Capítulo 5: Cergy, la ciudad de un futuro pasado

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Karttes
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Capítulo 5: Cergy, la ciudad de un futuro pasado

Una semana antes de nuestro vuelo a Helsinki, buscando en cuál de todos los aeropuertos de París íbamos a salir, me entero de que, de hecho, no salíamos desde allí. Por el contrario, despegaríamos desde un aeropuerto low-cost en un lugar llamado Beauvais, a más de cien kilómetros de la capital francesa.

Lejos de ser un problema y en clara declaración de intenciones, confiamos que podía ser buena idea rodear la ciudad, para conocer que hay en las afueras de la hiper-turística (e hiper-cara) París.

Decidimos volver a probar suerte haciendo dedo y cruzamos Orleans en tranvía, hasta la última rotonda que conecta hacia París. Apenas llegamos, nos dimos cuenta de que debía ser un buen spot, ya que había otro autopista haciendo dedo en el mismo sitio. 

Mientras estábamos los tres haciendo dedo, vemos aparecer un tipo caminando hacia nosotros. Venía haciendo gala de todas las credenciales de hippie: mantenía a sorbos regulares tres latas de cerveza en una mano, un pucho en la otra, una remera del Che y un gorro rastafari. Kit completo.

No alcanzamos ni a abrir la boca, cuando, de un salto, se trepa a un cartel de tránsito tapado con una lona, saca una navaja para cortarla y cae con el trozo blanco haciendo un gesto circense.

Nos mirábamos sin entender nada, hasta que vuelve a sacar de la galera, esta vez, un aerosol negro, mientras me mira y dispara un ‘destination?’. Escribe los nombres de las ciudades a las que nos dirigíamos, hace entrega de los carteles y desaparece de nuevo entre los arbustos.

Todavía sin poder procesar lo bizarro de la situación, sabíamos que no era una buena idea quedar pegados a lo que acaba de pasar y me deshice rápidamente de la lona, lo cual fue sabio, ya que cinco minutos después de esto, aparece una camioneta de la policía de tránsito a decirnos que no podíamos hacer dedo ahí. Por suerte, no llegamos abandonar el punto porque un segundo después, un auto frena y nos lleva dirección a París.

No teníamos idea cuál iba a ser nuestro destino final y nuestro conductor se mostró incrédulo cuando decidimos bajarnos en una comuna llamada Fresnes, tratando por todos los medios de convencernos de que era más seguro ir a la capital con él.

La comuna era un montón rasti, con metros y metros cúbicos de hormigón y honestamente, no nos parecía nada interesante para ver, por lo que seguimos haciendo dedo por una circunvalación en dirección a Versalles.

Tras unas horas de espera sin suerte, nos rendimos al magnetismo invencible de la capital y caminamos hasta Anthony, otra de la comunas, tomamos un tren hacia París y conectamos directamente con otra formación que partía hacia una comuna llamada Pontoise, en el extremo norte. Una hora después habíamos cruzado los más 30 km de ejido urbano parisino por 2.5 euros cada uno, pasando por debajo la torre Eiffel y el Arco del Triunfo.

Al llegar a Pontoise era casi de noche y necesitamos buscar donde dormir. La opción más económica era un hotel a unos 6 km, en otra de las comunas, la cuarta del día, llamada Cergy.

Mientras caminábamos hacia allí, el estilo de las fachadas cambiaba notablemente y el estilo afrancesado, que típico de Pontoise, se transformaba en arquitectura indudablemente de los 60s o 70s. La confirmación final la encontramos al entrar al hotel y ver estas paredes:

 

 

Pero la sorpresa recién comenzaba. Buscamos un kebab en Google Maps y quedamos incrédulos al ver que el camino nos hacía pasar por el medio de un edificio. Era raro que Google le errara tan feo así, sobre todo porque no parecía una construcción moderna. Dimos un rodeo, pero solo encontramos calles y columnas por todos lados, como si estuviéramos debajo de un puente. Había algo mal. Volvemos a girar nuevamente, cuando de repente aparece una escalera mecánica en medio de calle. Cuando la subimos, no lo podíamos creer. Estábamos, si más ni menos, que en una ciudad 3D! El suelo original era exclusivamente para vehículos, mientras que la vida en general se desarrollaba en un piso superior que funciona como una ciudad peatonal.

La fascinación por lo que acabábamos de encontrar fue tal, que al día siguiente salté de la cama para salir a recorrer. Pasamos por donde Google nos había sugerido la noche antes y en efecto, había allí una escalera que en la oscuridad no habíamos podido ver. Más allá del impactante diseño en capas de la ciudad, lo que la componía, no era por cierto menos fantástico. Todos los edificios parecen maquetas recién cortadas, con formas geométricas que dominan el espacio de forma caprichosa, dando vestigios pasados de un futuro que nunca llegó.

Pero como terminó todo eso allí? Necesitaba entender como algo tan surreal emergió en un sitio tan inesperado. Tras una investigación bastante compleja y con mucha ayuda del traductor, esto es lo que pude descubrir:

Al rededor de la década del 50, los suburbios de París se descontrolaron. El boom de la posguerra se hace notar y cada cual arma su casa donde le pinta, generando un caos urbanístico y una pesadilla para el gobierno. Por este motivo, en la década del 60, se crea en Francia un comité cuyo objetivo es diseñar ciudades rigurosamente planificadas, que permitan un crecimiento orgánico y autosuficiente en los suburbios, con la finalidad de evitar el congestionamiento de París. Pese al plan de construir 13 ciudades modelos, tras completar solo nueve de ellas, el comité se disuelve dejando menos de una decena de estos faros de modernidad.

El proyecto se centró en generar un ejido urbano en donde sus habitantes puedan satisfacer todas sus necesidades sin necesidad de viajar. Por este motivo, el cine, por ejemplo, ocupa un lugar central en la ciudad. De igual manera, todas las autopistas y calles están debidamente diseñadas para evitar congestionamientos y el facilitar acceso al centro (y les puedo asegurar que funciona). Por encima de ellas, la losa elevada que forma el suelo de la ciudad peatonal, es la base de parques y edificios tan locos, como una pirámide invertida o una torre azul que parece un transbordador espacial, por solo nombrar algunos.

Debo haber disparado más de 300 fotos allí y muchas de ellas son de mis favoritas del todo el viaje. Cergy es el claro ejemplo de por qué me gusta tanto viajar a dedo, una ciudad que no figura en ningún itinerario de viaje, se terminó convirtiendo en una de las sorpresas más espectaculares, por el mero azar de la ruta.

Como siempre, cierro el post con algunas de mis instantáneas favoritas:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Gracias!

 

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